No es un negocio, no es un juego, mucho menos un trueque. Se trata de la materialización de la fe viva en el Dios vivo.
Si queremos ver los milagros vividos por los héroes de la fe del pasado, mínimo debemos pagar el mismo precio pagado por ellos.
¿Cuánto? Renunciaron a su propia voluntad para seguir los impulsos de la fe que los guiaron al cumplimiento de las promesas divinas de bendiciones.
Josué y Caleb quedaron encantados al ver la Tierra Prometida. La visión siniestra de sus habitantes gigantes no les quito la convicción de la victoria, al contrario.
Los demás compañeros de la misión, a pesar de también estar maravillados por haber visto dos hombres cargados un enorme racimo de uvas, tamaño riqueza de la tierra, consideraron más las dificultades que las bendiciones, pues se acobardaron al ven tan enormes habitantes.
Pero Dios es Dios, su Palabra no puede fallar. Quien cree no huye, por causa de eso emplea toda su fuerza porque sabe cuál será el resultado de emplear la fe.
La fe da valentía al espíritu para actuar y luchar hasta alcanzar el objetivo deseado. El tamaño de la fe medido por el esfuerzo empleado en una actitud, o sea, la fe es medida por el sacrificio. Si hay sacrificio, entonces hay fe.
Eso agrada a Dios.
En realidad, todos pueden participar de la fe sacrificial, pobres y ricos, porque cada uno tiene su mayor.
Cuanto más grande es el sueño, mayor tendrá que ser el sacrificio. Si eso es real con respecto a las conquista de los bienes materiales y temporales, imagine en relación a las cosas eternas.
“Nadie se salva movido por sentimientos. La salvación exige actitud, acción o materialización de la fe. O sea ¡Valor!”
Edir Macedo
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