Leyendo el Blog del Obispo Macedo, me encontré con una reflexión que me dejo impactada. Se las compartiré para que comprendan de lo que habló:
Un hombre entra en la iglesia. No tiene piernas y se arrastra...
El hombre se arrastra hasta el altar...
Las personas se callan y quedan impresionadas, mirando.
Él le dice al pastor, con los ojos llenos de lágrimas:
- Pastor, ¿DIOS acepta a un hombre por la mitad?
Todos se preguntan sobre lo que el pastor va a responder.
Entonces, DIOS habla a través de los labios del pastor:
- Sí, Dios acepta a un hombre por la mitad, que se entrega por completo; ¡pero no acepta a un hombre entero que se entrega por la mitad!
¿Quiénes hemos sido delante de DIOS?
Después de leerla pensé sobre lo que es entregarse por la mitad a Dios o por entero.
Al meditarla, me di cuenta que ella reflejaba lo que fue mi vida hace algún tiempo y si se preguntan
¿Por qué? Se los diré.
Cuando personas me hablaban de aceptar al Señor Jesús como mi único Salvador, y así cambiar mi vida, la idea me agradaba mucho, me entusiasmaba, pero había un pequeño inconveniente (al menos eso pensaba yo), no solo era pedir y esperar cosas de Dios, sino también entregar mi vida totalmente a Él.
Comencé a asistir a la Iglesia y ahí, hombre y mujeres de Dios me orientaron en como entregar mi vida a Dios.
Lo principal era aceptarlo como mi único Señor y Salvador, y posteriormente abandonar las cosas que no agradaban a Dios, como la mentira, odio, rencor, resentimiento, mal carácter, envidia, malas palabras, egoísmo, etc.
Sí, claro decirlo era más fácil que hacerlo, a mi manera lo acepte como mi Dios, PERO seguí siendo la misma, seguía mintiendo, odiaba a las personas, decía malas palabras, mi carácter era horrible, nerviosa.
Yo solo era una persona que decía tener a Dios, pero mi vida era completamente distinta a lo que debía ser, de hecho estaba muy lejos de tener una relación íntima con Dios, mis actitudes no reflejaban a una persona nacida del Espíritu de Dios, era solo una cristiana de apariencia, ni siquiera tenía la intención de tener un compromiso con Dios.
Como consecuencia mi vida no cambio era igual y en algunos aspectos peor, iba a la Iglesia solo por ir, mi vida seguía siendo un desastre.
Pasado algún tiempo, vinieron problemas que simplemente eran demasiados para mí, me dejaron deprimida y sin aliento para seguir adelante, mi carga se había vuelto muy pesada y difícil de llevar.
Fue en ese momento en que decidí volverme a ese Ser tan maravilloso y Omnipotente que muchas veces había escuchado la forma tan grandiosa de transformar vidas.
Esta vez tome en serio entregar mi vida completamente a Dios, despojarme de lo malo, seguirlo y amarlo ante todo.
Claro!, no fue fácil, abandonar la vieja vida que había llevado por años, pero esta vez la decisión de agradar a Dios, fue más fuerte que cualquier otra cosa y al final lo logré.
No fue un cambio de un día para otro, fue un proceso que dio como resultado una vida transformada.
Hubo luchas, sacrificios, pruebas, tentaciones, pero esta vez Dios me respaldaba y eso me daba la fortaleza para seguir adelante día con día.
Ahora Él ha llenado mi vida de alegría, paz, amor, gozo, me ha transformado completamente, todo lo que yo era antes, no queda nada, soy una nueva criatura, me ha dado uno de los regalos más preciosos que es LA SALVACION.
Actualmente cuento mis experiencias para ayudar a personas, hablo de Dios a quien lo necesite, anuncio su Evangelio, porque en mí hay un anhelo que así como Él me transformo en una Nueva Persona, también puede cambiar tu vida.
No te “entregues” por la mitad, no hagas lo mismo que yo, no pierdas la oportunidad de ser feliz, hoy mismo y ahora, entrega tu cuerpo, alma y espíritu a Jesús, Él te cuidara y dará lo que necesites.
Y después de esto ¿seguirás entregado a la mitad o te entregaras por completo? La decisión es tuya y de nadie más.
“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre que esta corrompido por los deseos engañosos, renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.” (Efesios 4:22-24)
… y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. (Efesios 3:19)