En estos días muchas personas tienen una tendencia a mirar hacia atrás para ver el pasado.
Intentan sofocar el dolo a través de fiestas, compras y algunas exageraciones, o dar lugar a la depresión por desear y no tener.
Ocultar una herida jamás dará salud.
Ofuscarla con compulsiones tampoco. Dar rienda suelta a la tristeza está en las peores opciones.
¿Qué hacer? Si lo necesita llore, deje a su corazón desahogarse, no oculte la herida pero no pierda la fe esto no es final: los días negros pueden dar lugar a momentos de alegría. No sé de por vencido.
El apóstol Pablo dejo un enseñanza en el siguiente verso bíblico: “que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados (…)” (2 Corintios 4: y 9)
Llorar a los pies de Dios es el único llanto que desahoga la presión del alma y trae buenos resultados. No todas las lágrimas van al mismo lugar, pero si las suyas van a Dios, tendrá consuelo.
“…y cambiare su lloro en gozo, y los consolaré, y los alegraré de su dolor.”