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miércoles, 2 de marzo de 2011

La raíz de su dolor

El dolor de la separación es uno de los peores dolores que alguien puede sentir.
De todos los relatos acerca de la estancia de Jesús en esta Tierra, uno describe que el Señor sintió ese dolor: cuando oró en Getsemaní.
La Biblia declara que en ese momento estaba tan angustiado, al punto de declarar: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte (…) Padre mío, si es posible, pase de mi esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.” (Mateo 26:38-39)
¿Temía ir a la Cruz?, ¿se lamentaba del dolor que sentiría al sacrificar?
No. A ese pasaje se le ha dado una interpretación errónea.
Jesucristo nunca se había sentido angustiado, ¿por qué ahora sí?
Porque sabía que a partir de aquel momento, Él estaría separado de Dios.
¿Por qué?
Porque en ese huerto él comenzó a recibir el pecado de toda la humanidad para llevarlo y al morir, quebrar el efecto del pecado para luego resucitar y con ello dar la oportunidad de ser perdonado a quien se arrepienta sinceramente.
El pecado provoca separación.
A más pecados, mayor separación y mayor sufrimiento; no porque Dios castigue.
La separación de Dios nos deja a expensas de toda clase de males y de ahí vienen los problemas y dolores de todo tipo.
Amigo lector, pido entienda lo siguiente: la raíz de su sufrimiento es lo separado que está usted de Dios.
Muestra de ello es que hay quien físicamente o en lo material tiene todo y aun así no disfruta de la paz o la felicidad duradera, porque en sin lo que su alma está pidiendo a gritos es estar cerca de Dios.
Cerca de Él superara, todo, no le faltara nada y tendrá Su abrigo.



“Volverás a darme vida, y de nuevo me levantarás de los abismos de la tierra. Aumentaras mi grandeza, y volverás a consolarme.”

Salmos 71:20-21


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